sábado, 20 de noviembre de 2010

El mapa mutante de Europa, un antídoto contra los nacionalismos

10 centuries in 5 minutes from scott lewis on Vimeo.


El mapa actual de Europa se parece más al que estudiaron nuestros abuelos antes de la primera Guerra Mundial que al que estudiamos los que fuimos niños en el último tercio del siglo XX. La animación que podéis ver arriba resume la evolución de los países europeos y sus fronteras en 1.000 años de historia. ¿El resultado? Como dice el Tao, todo fluye, nada permanece: imperios que parecía inamovibles, como el otomano, se extinguen en unos minutos (que son siglos, pero qué importa) o la URSS, que parecía sólida como una pirámide, duró menos que una vida humana.

Las identidades colectivas son una ficción interesada. Interesada, por ejemplo, para los gobernantes, necesitados de un sentimiento compartido –la nación, en este caso- para poder enardecer a las masas. Sucede, no obstante, que la práctica totalidad de los estados hoy existentes son fruto de una serie de concatenaciones, carambolas, alianzas y tejemanejes, más que de esa entelequia que es la identidad común, un intento de unir cuyo efecto inevitable es separar de otras identidades.

Así, el habitante de la Patagonia celebrará con igual fervor que el mendocino el gol de Messi a Brasil, aunque probablemente ignore que es casi cuestión de azar que su estancia pertenezca hoy a Argentina en lugar de hacerlo a Chile, Inglaterra o Alemania. Brasil acabó siendo la perla de Portugal en el mundo, pero durante veinticinco años (1630-1654) pareció que Holanda iba a hacerse con aquel botín. De haber prosperado el Brasil holandés Vinicius de Moraes tal vez se llamara Devisser Van de Hoge y cantaría en un idioma tan poco propicio a la bossa nova como el neerlandés.

Los ejemplos anteriores son intencionadamente inocuos, pues por fortuna el orgullo nacional va quedando restringido a cuestiones folklóricas, como el balompié o el Festival de Eurovisión, especialmente en esta Europa mutante en la que estallaron las dos guerras mundiales que incendiaron el mundo en el infame siglo XX.

Todo esto lo dice, mejor y con menos palabras, El Roto:

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