viernes, 25 de marzo de 2011

Wilfred Owen – Dulce et decorum est

Wilfred Owen se alistó como voluntario en 1915, en plena Primera Guerra mundial (Gran Guerra, la llamaban entonces) Después de algunas experiencias en batalla se le diagnostico trastorno de estrés postraumático y se le ingresó en un hospital en Edimburgo. Allí conoció al poeta Siegfried Sasson que le animó y ayudó a escribir su propia poesía. En 1918 volvió al servicio activo siendo muerto menos de una semana antes de que se firmase el armisticio.

Owen retrata a la perfección el horror de la guerra, la primera guerra moderna, la primera en utilizar metralletas, cañones de enorme calibre y en abundancia, el uso de la aviación, el uso de gas mostaza, las trincheras inamovibles en una horrible guerra de posicionamiento. Sucia, interminable, pasando hambre, frío y penurias.

El titulo de este poema esta sacado de unos versos del poeta latino Horacio. La versión castellana es de Miguel Imbelecio Delatorre.

DULCE ET DECORUM EST.
Torcidos, como viejos mendigos bajo sus hatos,
renqueando, tosiendo como brujas, maldecíamos a través del lodo,
hasta que donde alumbraban las luces de las bengalas nos dimos la vuelta
y hacia nuestra lejana posición empezamos a caminar afanosamente.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos habían perdido sus botas
Pero abrumados avanzaban sobre zapatos de sangre. Todos cojos, todos ciegos;
Borrachos de fatiga, sordos incluso al silbido de las balas
Que los cansados cañones de calibre 5.9 disparaban detrás de nosotros.

“¡Gas, gas! ¡Rápido, muchachos!”; un éxtasis de desconcierto,
Poniéndonos los toscos cascos justo a tiempo;
Pero alguien aún estaba gritando y tropezando
Y ardía retorciéndose, como ahogándose en cal viva…
Borroso, a través de los empañados cristales de la máscara y de la tenue luz verde,
Como en un mar verde le vi ahogarse.
En todas mis pesadillas, ante mi impotente mirada,
Se desploma boqueando, agonizando, asfixiándose.

Si en algún sofocante sueño tú también puedes caminar
Tras la carreta en la que lo pusimos,
Y mirar sus blancos ojos moviéndose
En su desmayada cara, como un endemoniado.
Si pudieses escuchar a cada traqueteo
El gorgoteo de la sangre saliendo de sus destrozados pulmones,
Repugnante como el cáncer, nauseabundo como el vómito
De horrorosas, incurables llagas en lenguas inocentes,
Amigo mío, no volverías a decir con ese alto idealismo
A los ardientes jóvenes sedientos de gloria
La vieja mentira: “Dulce et decorum est pro patria mori”.

Los versos de Horacio dicen así:

DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI:
mors et fugacem persequitur virum
nec parcit imbellis iuventae
poplitibus timidove tergo
.”

(DULCE Y HONROSO ES MORIR POR LA PATRIA:
la muerte persigue al hombre que huye
y no perdona de una juventud cobarde
ni las rodillas ni la temerosa espalda)

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