jueves, 31 de diciembre de 2009

Última entrada del año....

Dicen que la función más noble de las cosas es la de ser contempladas. Pues bien, emprendo este viaje con el deseo de mirar y poder ver. Sólo así se puede contemplar. No negaré que ha sido difícil tomar esta decisión, pero creo que ahora es la mejor. Irlanda es tierra de celtas, vikingos, guerreros, reyes y escritores que dejaron allí sus huellas. Espero pisar las suyas, pero también dejar las mías”

El Viaje de Yule. F. I. G

¡A por un año 10!



miércoles, 30 de diciembre de 2009

Para los futuros psicólogos...

Bien sé que éste no es el tema más apropiado para estas fechas, pero, hace no muchos días, mantuve una acalorada conversación con mis compañeros de máster acerca de la muerte. Todo fue fruto de un comentario de una compañera que había trabajado meses atrás en una residencia de ancianos. Ella nos contó cómo le entristecía ver morir, antes o después, a aquellas personas a las que cuidaba y entregaba su tiempo y esfuerzo. Para ser verdaderamente sincero, lo primero que pensé al oir sus palabras fue: "Menuda egoista. Para muchas de esas personas la muerte puede ser un verdadero descanso, pero ella sólo piensa en sí misma".

Lógicamente, en ese momento consideré más prudente callarme estos pensamientos, y sólo intenté hacer ver a cuantos me rodeaban, que la visión occidental de la muerte no es más que un obstáculo en nuestra labor como psicólogos, o como yo prefiero llamarnos, "guías de la mente". Les expuse que nuestro objetivo fundamental debería ser el de conseguir abrir los ojos de las personas que, por una causa u otra, acuden a nosotros cegadas, bloqueadas, sin perspectiva o desorientadas. Muchos son los que estudian psicología. Las facultades están abarrotadas promoción tras promoción, pero ¿cuántos de todas esas personas están verdaderamente preparadas para ser "guías de la mente"? Me atrevería a decir que muy pocas. Pero esto tiene fácil solución: como en los malos cocineros, existen las recetas. Se dispone de un amplio recetario en psicología que te permite trabajar como psicólogo sin tener que pensar demasiado...

Al día siguiente, cierta persona me comunicó otra "trágica" noticia, también relacionada con la muerte, con respecto al padre de una compañera suya de clase. Esta persona que me lo contó, sin embargo, pareció entenderme más que mis colegas psicólogos, y eso que no ha estudiado psicología, sino medicina...

La muerte, para la ciencia y la cultura occidental judeocristiana, ha sido considerada como la muerte física del cuerpo, ya que el alma y el espíritu humano formaban parte del terreno de la religión y de la filosofía. Según cuenta el Libro Tibetano de la vida y de la muerte, escrito por el Lama Sogyal Rinpoche, un renombrado maestro tibetano llamado Patrul Rinpoche, solía llorar los días de Año Nuevo. Cuando se le preguntaba por el motivo de sus lágrimas, el Lama siempre respondía con las mismas palabras: "Un año más se agota sin que mucha gente entienda y esté preparada para enfrentarse al verdadero significado de la muerte".

Para los occidentales, la muerte es el signo de la finitud de la vida, y marca nuestro final. Ha sido considerada como algo doloroso, razón por la cual ha sido negada, convirtiéndose así en un tema sobre el que definitivamente no se habla. De esta manera, “la muerte tiende a ser expulsada, separada, tapada; ya que representa la antítesis de lo que responde y representa idea de progreso”.

Médicos y enfermeros se enfrentan a la muerte todos los días, aunque muchos de ellos no pueden aceptarla verdaderamente, ni elaborar lo doloroso que les resulta encararla a diario en su profesión. Se habla de "cuidados paliativos" que mejoren los últimos momentos de vida o de "ayudar a morir" a ancianos o enfermos terminales. En el caso de que fuera posible, cuando el tiempo y las condiciones lo permiten, se busca que el paciente pueda tomar decisiones junto a su familia sobre cuestiones relacionadas con el tratamiento de su enfermedad y sobre las posibles tareas que podrían ser realizadas antes de su fallecimiento. En tales circunstancias, se busca priorizar que el anciano y/o el paciente terminal puedan despedirse de la vida, de su familia y de sus amigos. Se trabaja asimismo sobre la elaboración de las reacciones del paciente en cuestión ante la proximidad del fin de su vida y la preparación para su muerte...

Y ahora viene lo interesante. La Psicología Social Transcultural (eufemismo que utilizo para que me crean muchos de mis colegas de máster, y que no es otra cosa más que filosofia y espiritualismo oriental) ha brindado aportes desde una visión muchísimo más amplia sobre dichos temas que nos permite obtener una mirada más comprensiva y que realmente ayude a aquellas personas que sufren en momentos tan habituales y cruciales como son la enfermedad, la muerte y los duelos por la pérdida de seres queridos. Y sí, las creencias religiosas pueden ayudarnos... La religión (y prefiero que no penseís en las religiones "occidentalizadas") tuvo una función durante siglos.

Desde el punto vista budista, la vida y la muerte son un todo único, en el cual la muerte es el comienzo de otro capítulo de la vida. La muerte es un espejo en el que se refleja todo el sentido de la vida. El pensamiento budista acerca de la muerte arranca de la historia de los primeros años y juventud del príncipe Siddhârta Gautama. Siddhârta, hijo de un noble del clan de los shâkyas, fue protegido por su familia contra cualquier experiencia desagradable y frustrante. Sin embargo, y a pesar de todas las precauciones, el futuro Buddha salió un día del palacio en compañía de su cochero; durante el paseo por un parque, vio a un anciano tan encorvado como un tejado de dos aguas, decrépito, apoyándose en un bastón y tambaleándose, afligido y en plena decadencia.

En el siguiente paseo, tuvo ocasión de observar a un hombre enfermo, que padecía grandes sufrimientos, caído y revolcándose en sus propios excrementos. Transcurridos unos días, el joven príncipe volvió a salir del palacio en compañía de su cochero y esta vez se encontró con mucha gente vestida de diversos colores, construyendo una pira funeraria. Todas estas experiencias llenaron al futuro Buddha de perplejidad, desilusión y tristeza. Una vez más, salió a pasear y vio, en esta ocasión un individuo con la cabeza rapada, un ermitaño que llevaba un hábito amarillo. En efecto, en su recorrido por el parque halló a un asceta errante, un buscador de la verdad, que, después de abandonar a su familia, se retira a la soledad del bosque y continúa su senda religiosa como un mendigo.

Siddhârta abandonó de inmediato a su familia y su lujoso palacio, dedicándose en cuerpo y alma a la práctica de diversos métodos de ascetismo y desapego. En el Majjhima Nikâya encontramos una clara descripción del exagerado rigor de tales disciplinas: «Hice mi cama en un osario con los huesos de la muerte por almohada. Y los pastores de vacas se acercaron a mi, me escupieron y orinaron sobre mi, arrojaron basura y me introdujeron pajas en las orejas. Aún no recuerdo que se despertara ningún pensamiento de odio contra ellos. Tal fue mi capacidad de soportar, sin perder la ecuanimidad».

Lejos de abandonar las prácticas ascéticas, el futuro Buddha continuó en esa línea, extremando el rigor de los ejercicios, llevado por su afán por encontrar una realidad absoluta en su ser que no participara de la involución y de la tan temida muerte. Finalmente se percató de que ninguna de esas disciplinas podría alejarle definitivamente de la muerte. Descubrió, por el contrario, que no es posible que emerja una realidad interior, jîva, alma, yo o âtman, que sobreviva a la muerte.

La noche de su «Despertar», Siddhârta recorrió los diferentes jhânas («absorciones meditativas»). Esta experiencia le llevó a la conclusión de que todo está sujeto a la caducidad, a la transformación y a la disgregación. En efecto, la verdad que el Buddha descubre es que todos los elementos de la existencia están sometidos a la impermanencia (pâli, anicca), a la insustancialidad (pâli, anatta) y al sufrimiento (pâli, dukkha). Comprender que la impermanencia es el núcleo sobre el que gravita todo lo existente, es lo mismo que ver cómo emerge el sufrimiento, qué habría que hacer para su término; y, por último, se puede contemplar la senda que conduce al cese. Sólo hay sufrimiento, del cual la muerte no es sino un epítome. La Iluminación de Gautama fue la intuición de esta verdad:

«Comprendí: esto es sufrimiento. Comprendí: esto es la causa del sufrimiento. Comprendí: esto es el fin del sufrimiento. Comprendí: esta es la vía que conduce al cese del sufrimiento [...] Conociendo así, percibiendo así, mi mente quedó libre de la corrupción del deseo sensual, de la corrupción del deseo de existencia, de la corrupción de la ignorancia. Surgió en mi el conocimiento».

El Dhammapada nos informa acerca de las palabras del Buddha tras haber eliminado el deseo y la ignorancia espiritual, y haber penetrado en el nirvâna, más allá de la enfermedad, la vejez y la muerte: «A través de muchas, fatigosas y agotadoras series de renacimientos, he buscado al constructor de esta casa. Ahora te he encontrado, oh constructor, y nunca jamás volverás a construir esta casa (el cuerpo) de nuevo. Tus vigas (pasiones) están rotas, el techo (la ignorancia ) está destrozado. Mi mente ha alcanzado el Nirvana y el final del deseo. Esto que yo he alcanzado, ¿por qué habría de proclamarlo? Aquellos llenos de lujuria y odio nunca lo captarán...»

Seguidamente, Buddha expone lo que será el núcleo de su doctrina. Lo hace en el famoso sermón, considerado como el «primer discurso del Buddha», con el cual comenzó su ministerio público. En aquel momento, al comenzar la nueva doctrina a ser proclamada, el Buddha «puso en movimiento la rueda del Dharma». El contenido de este sermón se encuentra en el Mahâvagga y dice así:

«Esta, oh bhikkhus, es la Noble Verdad sobre el Sufrimiento: el nacimiento es sufrimiento; la decadencia es sufrimiento; la enfermedad es sufrimiento; la muerte es sufrimiento. La presencia de las cosas que odiamos, produce sufrimiento; la separación de las cosas que deseamos, causa sufrimiento; no obtener lo que deseamos es fuente de sufrimiento. Los cinco agregados de apego a la existencia producen sufrimiento.

Esta, oh bhikkhus, es la Noble Verdad sobre la causa del sufrimiento: es la sed que lleva a renacer, acompañada de placer y codicia, encontrando su placer acá y allá. (Esta sed es triple), a saber: la sed del placer, la sed de la existencia, la sed de la prosperidad.

Esta, oh bhikkhus, es la Noble Verdad del Cese del sufrimiento: (cesa con) la completa extinción de esta sed, un cese que consiste en la ausencia de toda pasión, en el abandono de esta sed, en la renuncia, en la liberación de la sed y en la destrucción del deseo.

Esta, oh bhikkhus, es la Noble Verdad sobre la Senda que conduce a la extinción del sufrimiento. Es el Noble Óctuple Sendero».

Del Sermón de Benarés a sus últimas palabras, el Buddha hace especial hincapié en que todo es transitorio, incluso el yo. En el Mahâ-Parinibbâna-Sutta, hallamos las últimas palabras pronunciadas por el Buddha antes de morir: «Todas las cosas compuestas tienden hacia el envejecimiento. Trabajad diligentemente por vuestra salvación». No es fácil encararse con la idea de la total desaparición del propio yo, a pesar de que este trabajo hecho de forma consciente conduce hacia la disolución del sufrimiento: «No hay cuerpo que sea permanente, estable [...], no hay sentimiento, ni percepción, ni actividades, ni conciencia de ninguna índole [...]. Entonces el Buddha puso en su mano un trozo de excremento de vaca y dijo a su hermano: aunque se consiguiese un fragmento pequeño de yo como éste, hermano, no sería permanente, estable ni eterno».

domingo, 27 de diciembre de 2009

El pensamiento lateral

El pensamiento lateral está íntimamente ligado a la creatividad, porque requiere romper los patrones racionales a los que estamos acostumbrados, encontrar nuevos puntos de vista y nuevas asociaciones entre ideas, es decir, requiere creatividad, y a la vez es una forma de desarrollarla. Se enfoca en producir ideas que estén fuera del patrón de pensamiento habitual. La idea es la siguiente: cuando evaluamos un problema siempre tendemos a seguir un patrón natural o habitual de pensamiento (las sillas son para sentarse, el suelo para caminar, un vaso para ser llenado con un líquido, etc.), lo cual nos limita.

Con el pensamiento lateral rompemos este patrón, vemos a través del mismo logrando obtener ideas sumamente creativas e innovadoras. En particular la técnica se basa en que, mediante provocaciones del pensamiento, salimos del camino habitual, de nuestro patrón de pensamiento natural. Normalmente, catalogamos a los objetos por sus funciones, pero olvidamos que las funciones son simples relaciones creadas o adquiridas por nuestra mente, pero no son el objeto en sí mismo, no son condiciones excluyentes, no son, de hecho, cosas que existan de manera concreta en la realidad. Son interpretaciones.

Veámos un ejemplo que aparece en internet:

Uno de los tantos días de clases en la Universidad de Copenhague, a principios del siglo XX, se tomaba a los alumnos un complejo examen de física. Una de las preguntas era: ¿Cómo se puede determinar la altura de un edificio utilizando un barómetro?

Uno de los estudiantes respondió: "Atando una cuerda al barómetro y luego bajándolo desde el techo del edificio hasta el suelo. La longitud de la cuerda más la longitud del barómetro será igual a la altura del edificio".

No caben dudas de que la respuesta fue original, pero no convenció a los maestros. Él sostuvo que su respuesta era impecablemente correcta, y decidieron darle otra oportunidad. Tendría cinco minutos para demostrar oralmente que poseía el conocimiento suficiente sobre los principios de la física que se evaluaban en el examen.

Durante unos minutos, el estudiante se sentó en silencio, evidentemente abstraído en sus pensamientos, buscando una respuesta que dejara más contentos a los profesores. Finalemente, dijo que tenía en mente varias respuestas extremadamente relevantes, pero que no podía decidirse por cuál usar.

-Primero -dijo-, podemos simplemente dejar caer el barómetro desde el techo del edificio y medir el tiempo que tarda en llegar al suelo. La altura del edificio será dada por la fórmula H=1/2g×t2... pero se rompería el barómetro.

"O, si fuera un día soleado, podríamos medir la altura del barómetro y el largo de su sombra. Luego, mediríamos la sombra del edificio y, con una simple regla de tres, obtendríamos su altura."

"Pero, si en realidad desean ser extremadamente académicos al respecto, podríamos atar una soga al barómetro y comenzar a moverlo como un péndulo, primero al nivel del suelo y luego a la altura del edificio, la cual será igual a la diferencia de la restauración de la fuerza gravitacional, T=2π×√(l/g)."

"O, si el edificio tuviera escaleras de emergencia externas, sería más fácil subir por ellas, marcar en la pared su altura en tamaños de barómetro y luego sumar todas las marcas."

"Claro, si lo que buscan es una forma aburrida y ortodoxa de hacerlo, por supuesto, podríamos usar el barómetro para medir la presión del aire en el techo y en tierra, y luego convertir la diferencia de milibares a metros."

"Pero como constantemente nos están pidiendo que ejercitemos nuestra mente y apliquemos los métodos científicos más sencillos, sin lugar a dudas la mejor opción sería buscar al encargado del edificio y decirle: «Si me dice cuánto mide el edificio, le regalo este barómetro»."

Este estudiante fue uno de los contribuyentes más importantes de la física moderna, el físico atómico Niels Bohr... o quizá sólo sea una fantasía, lo cual realmente no es importante. El tema es que la historia demuestra la cantidad de caminos que uno puede tomar para llegar al mismo punto. Estos caminos alternativos son siempre directos, simples y hasta elegantes, pero no son fáciles de encontrar, porque una espesa flora de pensamientos cotidianos los esconde.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Ich sag es jedem, daß er lebt

Es giebt eine Reihe idealischer Begebenheiten, die der Wirklichkeit parallel lauft. Selten fallen sie zusammen. Menschen und Zufalle modificiren gewohnlich die idealische Begebenheit, so dass sie unvollkommen erscheint, und ihre Folgen gleichfalls unvollkommen sind.

Novalis. Moralische Ansichten.

martes, 22 de diciembre de 2009

La felicidad es clandestina

Parece sencillo de explicar, pero no lo es. ¿Por qué nos empeñamos en simular que somos felices ante los demás cuando, en realidad, la postergamos y ocultamos para nuestros momentos intimidad? Aun compartiendo momentos realmente maravillosos con otras personas, la verdadera felicidad se siente en soledad, recordando y saboreando lo ocurrido como si fuera un dulcísimo caramelo. Pesimismo, podrán pensar algunos al leer esto. Nada más lejos de la realidad. Simple y llanamente, es el efecto del tiempo. Como dice Clarice Lispector, "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Somos polvo de Estrellas...

Todavía no hay una respuesta científica para el origen de la vida. Un osado periodista norteamericano preguntó abiertamente a Einstein en una entrevista que cuál era el origen de la materia, y él no contestó ni una palabra; simplemente dirigió su dedo índice hacia arriba.

Bruno Vollmert, un profesor de Química y Director del Instituto del Polímero en la Universidad de Karlsruhe (Alemania), termina su libro Das Molekül und das Leben diciendo que aquel dedo al cielo de Einstein es, hoy por hoy, la única respuesta científica posible para explicar el origen de lo que ahora somos.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Esta semana....

... mi entrada de blog ha sido un regalo que sólo podrá leer la persona que lo acaba de recibir en su correo. Una Cerruti 1881 bien merece tal modesta distinción. Una pequeña forma de agradecimiento regalando lo único que puedo regalar: sueños.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Recorrido bajo las cumbres del Serradero...

El suave rocío y los primeros destellos trémulos del alba anuncian un nuevo día en el corazón del valle del Iregua... ¿Quién me acompaña?

jueves, 3 de diciembre de 2009

El pez que no sabía que estaba en una pecera

La Toscana, Italia. Diciembre de 2009

Poco quedaba ya que comer, sólo algunas migas sobre el mantel de ñandutí que cubría la mesa alargada del comedor. El dieciseís cumpleaños de Velia bien merecía estrenar tal preciado souvenir del último viaje a Paraguay de sus padres, si bien a ella parecía importarle poco. Los padres de Velia tenian la inveterada costumbre de alardear más de si mismos que de prestar verdadera atención por las preocupaciones de su joven hija. Los pequeños detalles que realmente importaban a Velia, parecian olvidados en aquel mundo lleno de superficialidad y ataduras en el que se encontraba presa. No soportándolo más, la joven huyó a su cuarto en cuanto pudo. Su habitación se encontraba en el ático, así que el techo estaba inclinado. Tenía un gracioso tragaluz en su centro por el que se apreciaba el cielo de aquella airada tarde de otoño. Se sentó en el suelo, bajo su particular foco de luz. Se acurrucó dejando que sus cobrizos mechones le cubrieran ligeramente la cara, y comenzó a volar lejos, muy lejos de allí... El único que parecía percibir sin displicencia cómo Velia gritaba al mundo desde su habitación era su abuelo, así que subió tras ella.
–Velia ¿estás ahí? –susurró con tono delicado.
No obtuvo respuesta, pero sabía bien donde estaba. La oía respirar con fuerza.
–Anda, déjame pasar y sentarme a tu lado.
–Pasa... –masculló la joven.
El abuelo la abrazó cálidamente y se sentó a su lado.
–¿Qué te ocurre mi ya no tan pequeño petirojo?
–No lo sé... Últimamente me siento distinta, incomprendida tal vez... ¿Por qué parece que soy la única que no conoce los secretos?
–¿A qué secretos te refieres?
–No comprendo los mensajes ocultos...
–¿Mensajes ocultos? –indagó extrañado el abuelo.
–Hoy he cumplido dieciséis años, y todavía no sé cuál es mi camino. Sólo sé que aquí no está, ni estará. Necesito salir, sentirme capaz de todo... siento cómo el mundo espera a que salga tras él. Esta casa es una prisión... No está mal, pero ¡es mi prisión!
–Veo que ya no quieres ser mi niña... Creerás que tan sólo soy un viejo; que nunca tuve tu edad, pero sí, la tuve. Y todavía me parece que fue ayer...
–Pues dime... ¡Ayúdame! Dame la fe para poder abrir mis ojos...
–Las respuestas que ahora buscas no te las puedo dar yo... Sólo podría ayudarte a hacerte las preguntas correctas... ¿Ves la pecera que tienes en tu cuarto?
–Sí... la veo. Me la regalaste tú...
–Y ¿por qué crees que te la regalé?
–¿Para que me divirtiera viendo peces multicolor...? –supuso Velia.
–Sí, en parte sí. Pero te la regalé porque hace ya tiempo que intuí que esta conversación sucedería... No culpes a tus padres, ellos están demasiado ocupados como para poder escuchar a una adolescente... A veces el mundo se nos viene encima porque perdemos la perspectiva, y este pequeño acuario nos ayudará a recuperarla. Confía en mi...
Velia y su abuelo se levantaron y observaron en silencio por unos segundos cómo los peces giraban en el acuario.
–Imagina –prosiguió el anciano– que somos peces y que nuestro mundo es esta pecera. A nosotros nos puede parecer muy pequeño, pero para ellos no lo es pues su memoria dura tan sólo tres segundos... Tras esos ínfimos segundos, todo lo que les rodea vuelve a ser nuevo para ellos, y no se plantean la posibilidad de que estén dando vueltas siempre a un mismo lugar. Los peces jóvenes, como tú, necesitan descubrir constantemente lo maravilloso, nuevo y fascinante que es el mundo... Pero ya ves que únicamente están dando vueltas una y otra vez a lo mismo... Las cosas no son tan distintas fuera de esta pecera. Con el tiempo, descubrirás que lo realmente importante se puede contar con los dedos de una mano... Lo demás será únicamente dar vueltas una y otra vez a tu misma pecera.
–Pero ahora es mi momento de descubrir lo maravilloso, nuevo y fascinante que es el mundo... –adujo Velia.
–Así es, tienes que descubrirlo por ti misma. Como antes te he dicho, yo sólo puedo ayudarte a hacerte las preguntas correctas... Los peces tienen tres segundos para darse cuenta de que están en una pecera. Nosotros tenemos toda una vida... Por cierto, acabo de recordar que todavia no te he dado tu regalo de cumpleaños.
–¡Es verdad! No lo has hecho.
–Bien, te lo daré ahora.
El anciano sacó una cajita de su bolsillo y se la entregó a Velia.
–¿Qué es? –preguntó la muchacha.
–Abre la caja, cierra los ojos y escucha con el corazón.
Velia abrió la caja, cerró sus ojos, y entonces comenzó a sonar una dulce melodia. Era una caja de música.
–La vida es como una caja de música... Pero ¿acaso no es la melodía más dulce y bella que jamás has escuchado?