martes, 11 de diciembre de 2012

¿Por qué dan mal rollo los ventrilocuos y más sus muñecos?


Había una palabra que Marge Simpson usaba para aterrorizar a Homer Simpson: “¡Marionetas!”. Y nadie se extrañó cuando se enteró de algo así: los muñecos de ventrílocuos le resultan terroríficos a millones de personas en todo el mundo. Como sucede con los payasos, estas figuras pretendidamente cómicas congelan el corazón de los hombres más valientes.
Ese suceso recibe el nombre científico de “Automatonofobia“, una fobia que engloba también a maniquís, animatrónicos y figuras de cera. Básicamente, seres inanimados que representan una figura humana. Pero hay algo en concreto en estos muñecos que resulta especialmente turbador.


El motivo principal es más que evidente. ¡Estos muñecos dan mal rollo! Los maniquís son seres inocuos y sin rasgos, pero las marionetas de estos artistas suelen representan una caricatura de la humanidad, un espejo deformado en el que muchos nos miramos. Y no nos gusta la visión monstruosa que nos devuelve. Dicho de otra manera: parecen niños muy feos y eso da miedo.
Por otro lado, y a diferencia de las criaturas de cera, totalmente inertes… los compañeros de Monchito y Macario están “vivos”. Incluso en alguna ocasión se nos puede olvidar que hay un señor detrás. La idea de semejante “criatura” moviéndose con voluntad propia es algo totalmente antinatural y aterrador.


Hemos identificado ya, por tanto, dos de las posibles causas del pavor que generan: sus grotescas facciones y el “peligro” de que el muñeco cobre vida. Normalmente, con diabólicas intenciones. La otra imagen recurrente que asociamos con la Automatonophobia es el de convertirnos nosotros mismos en marionetas de ventrílocuo.
La imagen de un pobre desgraciado con las rayas en la boca e incapaz de moverse por cuenta propia aparece en muchas ocasiones en películas y relatos de terror. La cercanía a nuestra fisonomía nos hace ponernos en su lugar e imaginarnos como unos vulgares guiñapos a merced del supuesto artista.


Por último, el último hecho perturbador está en la propia profesión de ventrílocuo: el humorista humano, siempre estoico y de perfecta dicción, utiliza a su inanimado ayudante para hacer bromas de mal gusto, poner voces raras y cantar extrañas canciones. ¿Hasta qué punto se trata de un número humorístico? ¿Cómo sabemos que no está proyectando su verdadera personalidad en su marioneta? Una muestra evidente de esquizofrenia que preocuparía hasta al más pintado.
Normalmente, la fobia es activada por un encuentro súbito y terrorífico a una edad fácilmente impresionable. Algunas creaciones en concreto, como las de Edgar Bergen, fueron señaladas en muchas ocasiones como inductoras de este terror. ¿Habrá quién se quedara transpuesto viendo a Rockefeller?

Este arte conoció su primer “boom” a principios del siglo XX, con artistas como “El gran Lester” llenando los teatros de todo el mundo. Por ello, y a diferencia de otros monstruos con raíces literarias, siempre ha sido un concepto explotado por la cultura pop.


Imagen del film ‘El otro yo’

Por lo tanto, no es de extrañar que ya en 1929, cuando apenas llevábamos un par de años de cine sonoro, apareciera un film como ‘El otro yo‘. El ventrílocuo aparece aquí totalmente sometido a la voluntad de su creación, de su siniestra marioneta. El pobre hombre termina loco perdido, incapaz de expresar sus verdaderos deseos salvo a través del “Gran Gaboo”. A partir de aquí, se convirtió en una figura más o menos habitual del género de suspense y terror.
Pero posiblemente las dos aportaciones que mejor jugaron con este miedo sean ‘El muñeco‘ y ‘Magic‘. El primero es un capítulo legendario de 1962 de la mítica serie ‘The Twilight Zone‘. En él, el protagonista cree que su muñeco ha cobrado vida propia y que trata de quitarle de en medio. Tal fue el éxito de este capítulo que a los dos años, en 1964, repitieron el truco y crearon otro relato con muñeco de por medio, ‘César y yo’.



En cuanto a ‘Magic‘, se trata de un best-seller escrito por William Goldman en 1976. La historia era, una vez más, la de un ventrílocuo loco que daba rienda suelta a sus impulsos homicidas a través de su muñeco, el cual llegaba a pensar que vivía. El libro fue un auténtico bombazo, y los derechos para adaptarlo al cine se pusieron en un millón de dólares de la época.
En el film, dirigido por Richard Attenborough y protagonizado por Anthony Hopkins gozó también de muchísimo éxito, presentaba a la marioneta como poseedora de vida, llenando de pesadillas los sueños de muchos niños de los 70.  En muchos aspectos, esta es aún la película a batir. De hecho tuvieron que retirarse los tráilers en TV que anunciaban la producción: muchos padres protestaron porque sus hijos estaban aterrorizados. La verdad es que todavía da algo de “yuyu”.


Por supuesto, Chucky y las criaturas de la saga ‘Puppetmaster‘ son bastante más populares, aunque ellos no tienen un amo que meta la mano por su trasero y maneje su boca y brazos, claro. Encontramos mejores ejemplos en el cómic. Tanto Flash como Superman se enfrentaron a marionetas malvadas. Pero el lugar de honor hay que otorgárselo a Batman y su enemigo ‘El Ventrilocuo‘ y ‘Scarface’, su malvadísimo muñeco-gángster que maneja una Thompson y busca acabar con el hombre murciélago. Ah, loo de, ‘El Castor‘, con Mel Gibson, daba poco miedo… ¿o no?
Sirva este breve repaso para ejemplificar que los ventrílocuos y más concretamente, sus marionetas, son un elemento que no falla en provocar inquietud en el espectador y un recurso más que merecido para los guionistas: cualquier personaje con una larga trayectoria, desde el Dr. Who a Buffy se las han visto con estas invenciones.


Aunque tampoco es que precisemos de estos ejemplos para recordarle al lector lo evidente. Los ventrílocuos españoles han provocado escalofríos a los críos desde hace décadas. José Luis Moreno, siendo un personaje siniestro por si mismo, manejaba a un Monchito al que podemos imaginar empuñando un cuchillo. Y su discípula, Mari Carmen tenía también a la niña Daisy, de recuerdo especialmente turbador.
Quizá la solución sea, pues, usar marionetas con formas de animales: nadie parece haber tenido pesadillas por ver a la perrita Marilyn de Herta Frankle. De hecho, quizá generara ella más trauma que su creación más famosa. Mientras tanto, los ventrílocuos tendrán que seguir lidiando con lo que es una realidad para buena parte de su población: en vez de risa… dan miedo. Al menos no son payasos.

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