Las revelaciones fundamentales de los fundadores de las tres
religiones monoteístas, entre otras muchas experiencias místicas, se han
producido en una montaña. En el monte Sinaí Moisés experimentó su primer contacto con una zarza ardiente. Jesús para transfigurarse en blanco se subió al monte Tabor y se apareció a Pedro, Juan y Santiago en una nube de gloria. Y Mahoma recibió al mismo tiempo el Corán en la soledad del monte Hira, por una revelación del arcángel Gabriel.
¿Coincidencia en las alturas?
Según investigadores del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva del Instituto del Cerebro-Mente,
de la Escuela Politécnica Federal de Lausana en Suiza (EPFL), estas
tres experiencias de revelación comparten muchos componentes
fenomenológicos (como sentir y oír una presencia, ver figuras y luces, o
la sensación de miedo) y experiencias similares que se dan en los alpinistas no-místicos contemporáneos.
Y las similitudes entre estas revelaciones en las montañas y su aparición en los alpinistas sugiere que la exposición a la altitud puede afectar a los mecanismos funcionales y neuronales del cerebro, lo que facilita la experiencia de esa revelación.
Por lo tanto, y siempre según los investigadores, montañeros sin
ninguna predisposición a ello han descrito también la experiencia de
sentir una presencia, tener alucinaciones visuales complejas, sentir
fenómenos autoscópicos y manifestaciones emocionales de todo tipo, sobre
todo miedo.
Incluso manifestaciones auditivas, pues también Moisés oyó a esa
zarza como le llamaba (¡Moisés! ¡Moisés!’), los discípulos de Jesús
escucharon una voz desde la nube y Mahoma incluso notó como un ángel le
retorcía el brazo para que recitara.
Está demostrado científicamente que al escalar montañas se liberan grandes cantidades de endorfinas,
que son usadas para reducir el umbral para la epilepsia del lóbulo
temporal de nuestro cerebro, que, a su vez, puede evocar revelaciones
gracias a experiencias tales como escuchar sonidos o voces, flashbacks
de memoria, de’ja`vu o la sensación de que alguien está cerca (sensación
de una presencia).
Las diferentes funciones que dependen de las áreas del cerebro, tales como la unión temporo-parietal y la corteza prefrontal, pueden verse alteradas por efecto de la altitud. Por otra parte, la hipoxia aguda (falta de oxígeno) que produce el “mal de altura”
afecta significativamente a la unión temporo-parietal y a la corteza
prefrontal, dos zonas que también se han vinculado a la alteración de la
percepción del propio cuerpo y de las experiencias místicas.
Y más cuando uno sube para meditar. La estancia prolongada en
altitudes elevadas, especialmente en soledad, también puede dar lugar a
disfunciones del lóbulo prefrontal, tales como una baja resistencia al
estrés y la pérdida de la inhibición. Muchas de estas
disfunciones también se encuentran con frecuencia durante la experiencia
de éxtasis que han sido provocadas de manera artificial y controlada.
.
Y no solo para las tres religiones monoteístas. Las montañas
desempeñan un papel importante en la simbólica geográfica de las
tradiciones. Así, en el hinduismo y el budismo el monte Meru sirve como el axis mundi, el “eje del mundo”; en China y en el judaísmo los montes Emei y Sión,
respectivamente, se describen como el lugar de residencia de lo divino;
en Japón y América también el poder de los dioses vive en montañas.
Basándose en estos hallazgos funcionales y neurales, los investigadores suizos sugieren que la exposición a altitudes podría contribuir a la inducción de vivencias y de revelación, lo que podría mejorar nuestra comprensión de lo que significa la metáfora de la montaña en la religión.
Y a pesar de que las revelaciones aquí mencionadas se produjeron
supuestamente a una altitud moderada (de los 2.285 metros del monte Sinai a los apenas 600 m del monte Tabor), se puede suponer que, en los sujetos que son propensos a las experiencias místicas, las altitudes moderadas son suficientes para activar la revelación en todo su fulgor.
El estudio completo en pdf: Why revelations have occurred on mountains? Linking mystical experiences andcognitive neuroscience (2005) Laboratory
of Cognitive Neuroscience, Brain-Mind Institute, Ecole Polytechnique
Federale de Lausanne (EPFL), Lausanne, Switzerland
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