sábado, 14 de abril de 2012

El músico y su misteriosa dama (Parte II)

Torrecilla en Cameros, abril de 2012

Suena la voz de Enrico Caruso en el iPhone, Una furtiva lagrima... Acompañándolo, los azarosos chasquidos que brotan desafiantes de la chimenea de la estancia. Alrededor, nada más que silencio. Entonces acuden a mí pensamientos atropellados; de nuevo me enfrento a vida o muerte con el abismo del desengaño. ¿Merecedor soy de batirme contigo sin armas, sin consuelo? Confiaba en hallar una luz que me alejara de tus dolorosas sombras, de tus fantasmas repletos de aguardos difícilmente alcanzables.

Contemplé por un instante un rayo de luz. Pero ahora regresa esta oscuridad aún más intensa. Una breve ilusión, fue solo eso. Y su corto espejismo ya se desvanece en el horizonte. ¡Salvajes cumbres, manad sobre mí puras aguas de hidromiel! Invectivas, permitidme una tregua feérica, pues anhelo sus caricias... No obtengo respuesta... Silueta desgarbada que juegas a despojarme caprichosamente de mis fuerzas. Y si ahora caigo, ¿qué me quedará después?

Suena My love is gone. Aquel lugar fue mi Horizonte; tú fuiste mi Luz; tus besos, un manantial de hidromiel. La noche, un refugio de esperanza. ¿Y luego qué? Un nunca más, porque no se repetirá ¿Meras fantasías? Una figura melusina que se adueñó de algo más que mi corazón. Adiós. Coche de regreso. Soledad. Primeras y últimas palabras. De nuevo, silencio.

Me levanto desasosegado y miro por la ventana. Me topo con las iluminadas ruinas de la iglesia de Las Vegas. Fijo en ellas mis ojos. Me recuerdan que formo parte del universo, un universo que se escribe y que se escribirá sobre los pasados gloriosos y contritos de seres que no somos más que polvo de estrellas que también nacieron y murieron. Súbitamente, doce campanadas rompen mis pensamientos. Es medianoche. Se oye a unos niños cruzar el puente para resguardarse de las brujas. Me pregunto si podré hacerlo yo de las mías. Apago la chimenea siguiendo concienzudamente el monótono ritual y me recuerdo abrir el tiro para evitar que el humo me asfixie en el interior.

Es momento de dormir. Me repito una frase como un mantra: "no me jodas, rubia, no me jodas...".

1 comentario:

  1. Una pastlla de esas que no le gustan para alejarme de todo. Un par de cervezas de las que saben a Eire, de esas con las que se brinda a su lado en las pequeñas ciudades. Un planeta que brilla tanto como su mente.

    Él no puede ser verdad...no puede ser.

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