lunes, 23 de enero de 2012

Tesla, Bowie, Echenoz

David Bowie como Nikola Tesla en la película El truco final.

Una vida puede ser inverosímil. Una novela, no. Hay, con todo, personajes reales que lo parecen de ficción. Nikola Tesla, por ejemplo. Si fuera imaginaria, su biografía haría agua por todas partes. Demasiada literatura en ella. Datos: Serbio nacido en Croacia en 1856, políglota (estudió 12 lenguas, hablaba con fluidez seis), dos metros de altura, esquelético (terminó alimentándose de leche tibia); amante de la poesía, el ballet y el boxeo; obseso de la higiene y alérgico al contacto humano (se mantuvo célibe toda su vida, dicen sus biógrafos, y rechazó como ayudantes a futuros premios Nobel de física); colgado de las palomas y de los números múltiplos de tres (exigía a los restaurantes 18 servilletas para limpiar los cubiertos); íntimo de Mark Twain, empleado de Edison en París y rival suyo en Estados Unidos, domesticó la corriente alterna para enviarla a miles de kilómetros de distancia; diseñó la primera central hidroeléctrica de América en las cataratas del Niágara e inspiró involuntariamente la primera silla eléctrica (1890); iluminó la gran exposición de Chicago de 1893; Marconi le birló la patente con la que inventó la radio; proyectó el radar y nadie le hizo caso; aventuró la luz fluorescente y murió en un hotel de Nueva York en 1943. Dicen, entra aquí la leyenda, que el FBI se hizo con sus papeles secretos porque andaba detrás del rayo de la muerte, el arma total… ¿Sigo?


TeslaTimeCon ese currículum, no es extraño que Tesla haya dado su apellido a la unidad de inducción magnética (el tesla) y a un coche eléctrico. Tampoco que se haya convertido en personaje de cómics y de videojuegos. O de cine: David Bowie interpretó al científico en El truco final (El prestigio), aquella película de magos firmada por Christopher Nolan en 2006 y con un Michael Caine sublime (ayer la pasaron por TVE-1: ¿otra señal?). Personaje de cine citado en televisión (de House a Studio 60), Tesla, no hace falta decirlo, lo ha sido también de novela: Paul Auster, Thomas Pynchon y Erik Larson son solo algunos de los escritores que han alojado en sus libros al científico genial e incomprendido que no supo traducir su éxito en dinero ni en un lugar digno en las enciclopedias. Ahora lo saca a la palestra Jean Echenoz en Relámpagos (Anagrama). En traducción de Javier Albiñana, el escritor francés presenta su libro mañana en Barcelona.

Tirando del hilo de sus anteriores Ravel –sobre el compositor del Bolero- y Correr -basado en la vida del TeslaTurner atleta Zátopek-, Echenoz ha recurrido a una figura solitaria, obsesiva y extravagante para escribir una obra de 150 páginas “sin pretensiones biográficas” pese a que el armazón de su texto son las peripecias relatadas arriba. De hecho, en la última página de Relámpagos, el escritor da las gracias a Margaret Cheney, autora de la biografía de Nikola Tesla: el genio al que robaron la luz, un libro publicado en España en 2010 por Turner, el mismo sello que hace unos meses se atrevió felizmente con Yo y la energía, un volumen que reúne dos artículos firmados por Tesla y una magnética introducción a su vida y milagros a cargo de Miguel Ángel Delgado.

EchenozRelampagosPese a tomarse todas las libertades de la narrativa, el Tesla de Echenoz es más de Tesla que de
Echenoz. ¿Que su libro se lee como una fascinante novela? Cierto. También podrían leerse así los de Cheney y Delgado. El lector decide por dónde empezar: un personaje como ese puede con todo. ¿Es una novela? Más bien un retrato de 150 páginas, un perfil con brillantes toques ensayísticos. Un ejemplo. El narrador recuerda que el cine “lo inventó un montón de gente al mismo tiempo” pero que allí estaban los hermanos Lumière para sacar tajada: la idea sola no siempre basta, dice. Luego viene el que le pone nombre, el que la vende, el que cobra... Y vuelve la vista a Tesla: “… los demás se apoderarán discretamente de sus ideas, mientras que él se pasará la vida en ebullición. Pero no se reduce todo a hacer hervir, después es preciso decantar, filtrar, secar, triturar, moler y analizar. Cuenta, pesa, separa. Gregor [Tesla] nunca tiene tiempo para dedicarse a todo eso. Ellos, en su rincón, se tomarán todo el suyo para llevar las ideas de Gregor a término mientras él ya habrá saltado jadeando a otra cosa. Y de nada servirá que haya registrado las patentes, no impedirá a Röntgen reivindicar el descubrimiento de los rayos X ni, más adelante, a Marconi el de la radio”.

El hombre flaco cabalga de nuevo. Sigue generando leyendas y bibliografía. Por ahora, valga una sola pista: cuanto menos sepa el lector sobre Tesla, más disfrutará de Relámpagos.

Artículo original publicado aquí.

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