lunes, 9 de julio de 2012

¿De qué te ríes? Los trágicos comienzos de la comedia


Mucho me temo  que la historia de la comedia va ligada íntimamente a la de la tragedia y la muerte: habitual e involuntariamente a la de los graciosos, que han pagado el pato más veces de las necesarias por defender no ya el humor sino la verdad.
Los comienzos
Hace unos cuatro mil años, en la antigua China, un comediante llamado Yusze, servía en la corte del emperador Qin Shi Huang, que inició la construcción de un muro en la frontera norte de su imperio. A Yusze se le otorga un privilegio que le será reconocido al bufón a lo largo de la historia: poder burlarse del rey, hacerle sugerencias e influir de alguna manera en sus decisiones. Este singular poder no era absoluto y debía ser ejercido con gran tacto y cautela, pues de sobrepasarse o equivocarse, nuestro chistoso personaje podía pagar con su propia existencia. Es sabido que el sacrificio de vidas humanas no importó demasiado en la construcción de la Gran Muralla. El emperador Qin Shi Huang, no contento con esto, tuvo la idea de… ¡pintarla! con lo cual todo el pueblo se estremeció; pero sólo el bufón se atrevió a sugerirle (y convencerle de), medio en broma medio en serio que no lo hiciera. Yusze salvó el gaznate pero otros no corrieron tanta suerte. Sigamos adelante.
Esto se lo pueden saltar
Ya hace cerca de unos 2.000 años, en Grecia, los payasos irrumpen en lo que podría ser denominado el antecedente de las atelanas. Homero nos habla también de Tersites, que divertía a los guerreros griegos en la retaguardia de las áreas de combate y Virgilio relata las fiestas del Ager, en las que personajes enmascarados, o maquillados, improvisaban diálogos humorísticos y representaban costumbres populares; pero como en Grecia no hubo mayor efusión de sangre avancemos mil años y pasemos a Italia.

La farsa atelana, originariamente en idioma osco, se remonta al siglo IV antes de Cristo y se suele atribuir su origen a los habitantes de la antigua ciudad de Atella, en la región de Campania (en el sur de Italia, capital Nápoles) que siguen hablando de manera, ejem,  peculiar. Según el historiador Tito Livio, fue importada a Roma en el 391 a.C. Normalmente se configuraba por medio de improvisaciones satíricas y populares que mezclaban todo tipo de bromas y chascarrillos, tanto en prosa como en verso, según el ingenio y atrevimiento de quien la representara. En su puesta en escena se utilizaban máscaras, que siempre eran las mismas, y que recibían los nombres de Dossennus, Maccus, Bucco, Manducus y Pappus. Ya en el siglo I a. C el algunos autores cultos como Lucio Pomponio le dieron empaque literario. La participación en estas farsas no estaba exenta de riesgos, pues al constituir su tema principal la sátira, a veces se atacaba o se ridiculizaba a los poderosos, lo que podía acarrear muy serias consecuencias.
A lo que íbamos
Según cuenta Suetonio en sus crónicas, Calígula (no hace falta presentación)  hizo quemar vivo a un actor, cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros, por ridiculizarlo en una farsa atelana. El género alcanzó su máxima popularidad en tiempo del castizo Trajano (que muere en el año 117) y se mantuvo durante toda la época imperial, como lo demuestran las numerosas máscaras y estatuillas encontradas en yacimientos arqueológicos a lo largo de todas las zonas de dominación romana.
Los romanos siguieron la tradición en la que se presentaba una obra teatral (seria) y los payasos aparecían en los intermedios, o al final, interpretando su propia versión cómica de la obra.
Dentro de los payasos romanos se hicieron famosos Cicirro, que usaba una máscara con cresta de gallo y actuaba como tal, cacareando y batiendo brazos a guisa de alas (más ilustres ejemplos de actores vestidos de pájaro: Papagena de la flauta mágica o la gallina Caponata), y Estúpido, que llevaba un traje de parches y un gorro puntiagudo.

Pero sobre todo fue famoso Filemón (nombre falso y tan corriente en la época como ahora lo sería Manolo), querido por todo el pueblo. Es famosa su anécdota: el emperador obligaba a los cristianos a hacer sacrificios a los dioses y, si el cristiano se negaba, era sentenciado a muerte. Un cristiano le pagó a Filemón para que fuera al templo y ofreciera por él sacrificio y, estando a punto de hacerlo, el payaso, que también era cristiano, se negó a realizarlo. Con pesar de todo el pueblo Filemón fue ejecutado y hoy, por su inquebrantable fe y valentía, es reconocido como santo: San Filemón (no, no es el mismo de las epístolas de San Pablo). También ejecutaron a Cicirro. Los primeros (y algunos dicen últimos) cómicos cristianos. Estúpido, paradójicamente, parece que libró.
Desde un comienzo estos payasos fueron patrocinados por los patricios, gentes adineradas que disfrutaban de los espectáculos ambulantes de cómicos, entre los que se contaban algunas mujeres.
El 27 de febrero del año 380 de nuestra era el emperador romano Teodosio se convierte al cristianismo, desde entonces religión exclusiva (y obligatoria) del Imperio. Desaparecen los teatros y las atelanas que se interpretaban en calles y plazas. Los payasos se convierten en seres nómadas. El año 476, fecha que se utiliza por convención para datar la caída del Imperio Romano empieza la Alta Edad Media y aparecen los bufones de las cortes europeas. Pero esto ya es historia conocida y, sobre todo, distinta. Si quieren, otro día se la cuento.

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