sábado, 28 de mayo de 2011

Un año

Cuando Alfred Schütz planteó –de una forma un tanto enredada, todo sea dicho– cómo el ser humano se muestra a los demás, basó todo su argumento en una idea aparentemente simple: el sujeto se presenta ante el mundo no como un ser completo, sino sólo como una parte de su totalidad, asumiendo que estamos imbuidos en un cambio constante de nuestro “yo”. Lo escribió Gabriel García Márquez: los seres humanos no nacemos para siempre el día en que nuestras madres nos alumbran, es la vida la que nos obliga a parirnos a nosotros mismos una y otra vez. Alfred Schütz habló del “yo” frente al “mi”, donde el “mi” viene a ser el “yo” referenciado en el pasado. Esto significa que cuando reflexionamos sobre nosotros mismos utilizando nuestra experiencia pasada, lo hacemos con nuestro "mi" y no con nuestra experiencia inmediata, nuestro aquí y ahora, que sería el "yo".

Si le damos varias vueltas a esta idea, lo que Alfred Schütz propone implica que uno de nuestros mayores problemas es que somos demasiado buenos recordándonos a nosotros mismos en el pasado. Si nos creemos de una determinada manera por lo que hemos vivido, podría suceder que nos limitáramos; esto es, que no explorásemos todo aquello que podríamos llegar a ser si desarrolláramos al máximo nuestro potencial. Por ejemplo, si recordando nuestro periodo escolar, concluimos que somos torpes en Matemáticas, muy probablemente este recuerdo influya en que no queramos volver a ver un número o ecuación nunca más. Y si, por el contrario, haciendo esto mismo, nos recordamos como buenos escritores en las clases de Lengua y Literatura, es muy probable que hayamos decantado la balanza hacia profesiones que impliquen el manejo de las letras y el verbo.

Si bien es cierto que resulta inteligente explotar nuestras virtudes personales al máximo y no empeñarnos en aquello en lo que, definitivamente, somos rematadamente malos, el hecho de que en nuestra infancia y adolescencia no fuéramos buenos en una determinada materia, puede darnos una visión errónea de nuestra propia realidad. Sí, es verdad, somos como la naturaleza nos hace, pero también es cierto que llegamos a ser como nosotros mismos nos hacemos. Y esto último no lo debemos olvidar; día tras día somos capaces de reinventamos, de romper las barreras que nos crea nuestro pasado en pro de llegar más lejos. Incluso aquellos que se creen un “desierto”, esconden un pozo con agua, decía el siempre eterno Antoine de Saint-Exupery.

Sirva todo lo anterior como introducción para lo siguiente. Hace poco que cumplí un año de estancia en Badajoz. A lo largo de todo este tiempo, me he visto en la obligación (forzosa) de reinventarme día tras día haciendo cosas por mí antes inimaginables. Aunque he tenido que relegar a segundos y terceros planos (muy a mi pesar) algunas de mis labores creativas preferidas, una valoración general y sosegada me hace percibirlo todo de manera positiva. (No descarto que esto sea, como plantea Dan Gilbert, por la capacidad humana de estar satisfechos con lo que hemos elegido, sobre todo cuando no se puede cambiar, o al menos no fácilmente). Pero creo más bien que mi optimismo se debe a la firme convicción de que el cielo, el infierno y el mundo entero, se encuentra en nosotros. Y esto lo escribo con la sonata n. º 2 para piano de Chopin de fondo… Ahora no tengo tanto tiempo para mí, ni para compartirlo con la gente que quisiera, pero esto mismo hace que valore al máximo los pequeños momentos en los que puedo hacerlo. Permanezco en paz con aquello que pudo ser y finalmente no fue, ni es, ni será. Alguna razón habrá para tal devenir y espero descubrirla; no olvidemos que los hombres vivimos del olvido, las mujeres, de recuerdos.

Esta entrada (poco habitual) de mi blog es un auto-debate sobre el estado de mi propia nación. No me gustan este tipo de entradas porque no creo que le interesen a nadie, pero ésta es por y para mí; para leerla a lo largo de todo este próximo año si se me ocurre torcer por la calle que no debo. Y ahora a seguir estudiando con mi querido Chopin de fondo…

3 comentarios:

  1. sobre la cuestión de las capacidades de las personas, tú que has estudiado psicología sabrás más. mi experiencia personal me dice que a veces en la infancia (y más aún en la adolescencia) le damos un valor excesivo a ciertos tropiezos, viéndolos más como señas de limitaciones que como errores puntuales o capacidades aún sin desarrollar. Es cierto que no todo el mundo vale para deportista de competición o para pianista concertista, pero la visión cerrada que muchas veces nos da en la adolescencia el que nos vaya mal con un profesor, una asignatura o incluso un único examen, son a veces zancadillas en nuestro propio camino. Curiosamente, la gente que consigue hacer bellas artes es gente o que tiene una convicción a prueba de balas o que sólo atiende a aquellas críticas que ve fundamentadas, porque, en general, nos encontramos críticias fuertes y sobre todo miradas que señalan la insignificancia de lo que hacemos. Es muy habitual el niño o el adolescente que cuando dibuja sus amigos y familiares le aplauden, pero lo es mucho más el que sus familiares le miran con desinterés. Con eso de ser "artista", he escuchado la misma historia mil veces "yo dibujaba, pero un día mi madre vio lo que hacía y me dijo que para eso no valía". La sorpresa viene cuando resulta que los dibujos que ellos hacían a su edad eran iguales o mejores a los que yo hacía entonces. Todo este rollo sirve para decir que potencialmente podemos hacer bien muchas más cosas de las que creemos a priori, por lo que a lo que nos dediquemos no necesariamente tiene que ser la plasmación material de lo que somos. Porque lo que somos va mucho más allá de nuestra profesión.

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  2. Gracias por el comentario Germánico... todo lo que dices ilustra a la perfección la idea de la entrada. Además, creo que es en el arte donde más tropiezos y zancadillas ponen los otros, a veces queriendo (por envidias y celos) y otras sin querer (esas críticas "constructivas" que no se miden; ¡hay que ser auténticos!). Menos mal que, en tu caso, has sido extremadamente cabezota. Estoy seguro de que recogeras enormes frutos en breve.

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  3. ¡Cuántas cosas podríamos hacer si lográsemos mirar el "yo" dejando de lado el "mí"! ¡Cuánto no descubriríamos de nosotros mismos! Sin embargo, es verdad que el pasado siempre viaja con nosotros, y nos limita.
    Sin embargo, creo que tú, en esta entrada, has demostrado que eres capaz de superar las viejas limitaciones y de reinventarte a cada minuto. sabiendo lo "intenso" que ha sido este año pacense para ti, me ha gustado ver que el balance es, finalmente, positivo.
    Y es que siempre se aprende algo, y es precisamente cuando más trabas nos pone la vida, cuando uno puede llegar a conocerse y explotarse mejor. Creo que tú lo has conseguido con creces este año, así que sólo me queda decirte:
    ¡¡Muchas felicidades por este primer aniversario, y todo mi apoyo para lo que venga de ahora en adelante!!

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Gracias por comentar mi publicación!!