jueves, 25 de febrero de 2010

Para el que busca a la rubia del vestido rojo...

El detective privado posee la sofistificación e insensibilidad de las grandes ciudades. Es golpeado, tiroteado, asfixiado y drogado, pero sobrevive porque sobrevivir forma parte de su naturaleza. Soltero, pobre y solitario, continúa siéndolo por su propia voluntad, preservando su incorruptibilidad con la soledad, que también es una medida de su singularidad. Así pues, el detective privado no puede refugiarse o huir a la frontera como los héroes propios del campo, como el vaquero. No encuentra ninguna salida en medio del concreto y los rascacielos que lo ahogan. El horizonte gris y frío será el ambiente en el que tendrá que luchar su batalla diaria, con la lluvia sobre su cabeza y su sombra como única compañía. Como los héroes que le antecedieron, prefiere vivir solo, sin lazos sociales y familiares, que le parecen tan amenazadores para su integridad como el mundo corrompido en el que se mueve.

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