sábado, 2 de enero de 2010

Fragmento de "El compositor de Tormentas" de Andrés Pascual

Más de una vez se había quedado observándole mientras el pequeño se concentraba para no perder el hilo de algún sonido apenas imperceptible, o mientras reproducía una secuencia rítmica extraída del golpeteo del viento contra la ropa tendida o del martillo lejano de un herrero. Lo sentó sobre sus rodillas. No podía disimular una abierta sonrisa de satisfacción. Pegó su gran nariz a la pequeña y respingona del niño.
–Algún día te enseñaré cómo se debe amar a la música para recibir el mismo amor de ella –le prometió.
–Más vale que tu tio se conforme con amar a la música –ironizó el maestro escribano desde el otro extremo de la sala, defendiéndose de las burlas del resto–. No hay mujer en el mundo que le soporte.
Los demás soltaron una carcajada.
—Lo que ocurre es que la mayoría de las mujeres no están preparadas para tanta sensibilidad –le defendió una de las primas.
–¡Otra jovenzuela que lee a Shakespeare! –protestó el maestro escribano–. Ese inglés os tiene hechizadas con sus versos.
–Mi querido hermano no entiende que la música nos penetra de forma doble, en una orgía de carne y espíritu. ¿Qué mujer podría darme eso?

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