Viendo anoche con mi padre el programa del Follonero "Salvados", en LaSexta, mi padre y yo concluimos que los americanos serían más inteligentes adoptando el sistema socioeconómico sueco que el capitalista radical que actualmente desarrollan, a parte de resultar menos mafioso, especulador, insolidario, destructivo, antiecológico e imperialista. Y es que los trabajadores yanquis trabajan más horas que nadie (salvo los estajanovistas surcoreanos) en el mundo: 1.785 al año, 10 más que los españoles, 200 más que los suecos y 350 más que los alemanes, que sólo trabajan de media 1.432 horas, un poco más que los holandeses, los menos trabajadores de la OCDE, con sus 1.413 horas anuales trabajadas. A pesar de tal sobredosis laboral, los norteamericanos tienen la sensación de vivir cada vez peor, mientras los trabajadores alemanes viven más relajados, disponen de una miríada de servicios sociales eficaces y tienen la jubilación garantizada.
Buceando sobre este tema, un abogado de Chicago, Thomas Geogehgan, acaba de publicar en EEUU un libro en el que defiende encendidamente el modelo socialdemócrata europeo frente al liberal norteamericano, lo cual es casi un anatema en aquel país. El libro es provocativo desde el título: “Were you born on the wrong continent?” (“¿Has nacido en el continente equivocado?”) y en él se elogia el “idílico socialismo” de Alemania, con sus seis semanas de vacaciones obligatorias, y su educación universitaria, su sanidad y el cuidado de los niños gratuitos.
Según afirma el autor en una entrevista en Slate, el espíritu de trabajo alemán –y por extensión, europeo- de socialdemocracia es un resultado directo del New Deal, la política de los Roosvelt que inspiró el plan de ayuda de los EEUU a Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Según Geogehgan, las estadísticas no son fiables a la hora de establecer la felicidad de los habitantes de ambos países:
“Puede coger el PIB per capita y concluir que la gente de Mississippi es mucho más rica que la de Hamburgo o Frankfurt. Pero pasa dos meses en Hamburgo y otros dos en Tupelo, Mississippi (…) A pesar de las cifras, la socialdemocracia es el único modelo que permite a un país avanzado ser competitivo en este mundo”.
El abogado de Chicago probablemente haya sido acusado de filocomunista por decir estas cosas en EEUU, donde la desconfianza hacia el Estado, hacia los impuestos y cualquier tentación redistributiva es bien conocida. Mucho más lo sería si en lugar de poner como ejemplo a Alemania lo hubiera hecho con Suecia. El país nórdico ha conseguido sortear la crisis que asola a Europa, logrando un crecimiento del 4,5% durante este aciago 2010 y dejando la tasa de paro en un escaso 8%.
Si los alemanes siguen apostando por su modelo de control de los trabajadores sobre las empresas (“el más fuerte del mundo, tras el colapso de la Unión Soviética”, según el autor), la clave del éxito de Suecia es su fuerte inversión en I+D: el 3,6% del PIB (el triple que España, según recalca Andrea Rizzi, autor de la crónica). Según declara un empresario sueco al periodista español: “Europa no tiene otra alternativa que moverse más arriba en la cadena de valor añadido”.
Tanto EEUU como España deberían aprender esta lección de los suecos: trabajar menos, ser mucho más productivos y apuntar a lo más alto de la cadena de valor, pues la parte más baja de la cadena está copada por los asiáticos.
(¡Ah! Y, por si fuera poco, los suecos no son tan de suicidarse como nos contaron).