sábado, 30 de enero de 2010
Otro Grande que nos deja... Hasta siempre
jueves, 28 de enero de 2010
martes, 26 de enero de 2010
Corría el 2003 por Logroño City...
Red Wine eran:
Mario Suárez: Voz
Jesús Zuazo: Guitarra
Dan Díez: Guitarra
Iván Crespo: Teclados
Dani Martínez: Bajo
Juan Carlos Márquez "Yoni" - Batería
Lux Belle eran:
Marta Beceiro: Voz
Jesús Olazagoitía: Guitarra
Sergio Cornejo: Guitarra
Félix Inchausti: Teclados
Miguel Sáenz: Bajo
Juan Cruz Ocón: Bateria
A todos los heavies que por entonces llevábamos greñas!! (Javi, Eduardo, Mario, Juantxo, Kai etc etc...)
jueves, 7 de enero de 2010
Lhasa de Sela, la voz de un ángel errante
Se llamaba como la capital del Tíbet. El nombre de Lhasa se le ocurrió a su madre cuando la pequeña había cumplido ya cinco meses: mientras leía el Libro tibetano de la vida y la muerte pensó que era el idóneo para aquel bebé muy sonriente y con los ojos algo rasgados.
La cantante y compositora falleció el 1 de enero en su casa de Montreal, a consecuencia de un cáncer. Tenía sólo 37 años. Hija de un profesor y escritor mexicano y de una fotógrafa estadounidense, Lhasa de Sela pasó su infancia recorriendo carreteras de México y Estados Unidos en un viejo autobús escolar convertido en el hogar de dos adultos, cuatro niñas, tres gatos, un loro, dos tortugas y un perro. Sin televisión. Ni electricidad ni agua corriente ni teléfono. Las pequeñas leían todo el tiempo y por la noche organizaban espectáculos.
Lhasa nació cerca de Woodstock (Nueva York), en 1972, y vivía desde los 19 años en Montreal (Canadá), donde llegó para estar con sus tres hermanas, que estudiaban en una escuela circense. Ya había despertado el interés de los medios musicales con su premiado disco La llorona (1997), al que seguirían The living road (2003) y Lhasa (2009), tras pasar un año en el sur de Francia en el pequeño circo en el que trabajaban sus hermanas, una como payaso; otra, funambulista, y la tercera, contorsionista y acróbata.
Creció escuchando a Violeta Parra, Chavela Vargas, Billie Holiday, Amália Rodrigues, Maria Callas... Siempre le atrajo la música triste, confesaba. El crítico británico Charlie Gillett comentó que, de haber tenido Nico y Leonard Cohen una niña en la década de los setenta, hubiera sido Lhasa.
En Montreal, acompañada por el guitarrista y productor Yves Desrosiers, Lhasa actuó durante cinco años en bares como Le Quai des Brumes o Les Bobards. Lugares ruidosos en los que cantaba con las manos en los bolsillos y los ojos cerrados para un público que bebía y hablaba. Lo explicó en una entrevista para EL PAÍS: "Me dije que no podía enojarme con ellos porque no tenían obligación de escucharme. Era yo quien tenía que hacer que quisieran escucharme de verdad y no por cortesía".
Según ella, cada canción surgía de una chispa y ya venía en un idioma determinado: español, inglés -las lenguas de mamá y papá- o el francés de la ciudad que la acogió. Sus composiciones se escuchan en la película de John Sayles Casa de los Babys, el documental de Madonna o la serie Los Soprano, y suenan a chanson francesa, folk norteamericano, blues, ranchera... Escribía frases como "tuve que quemarme p'a llegar a tu lado" y contaba en sus conciertos la historia de su abuelo libanés, que se escondió en un barco con destino a Marsella para huir de un padre que no lo quería. De La confesión ("Me siento culpable porque tengo la costumbre") aseguraba que tardó meses en comprender que se trataba de una fantástica explicación sobre la culpabilidad y cómo librarse de ese terrible sentimiento. Y Lhasa no quería sentirse culpable nunca más.
JULES BECKMAN:
"Siempre hemos oído algo ancestral manifestarse a través de ella. Ella siempre ha hablado desde el umbral existente entre los mundos, fuera del tiempo. Ella siempre ha cantado sobre la tragedia, triunfo y distanciamiento humano, buscando con una sabiduría del Testimonio. Ella ha colocado su vida a los pies de lo Invisible".
lunes, 4 de enero de 2010
La Inautenticidad según el existencialismo de Ludwing Binswanger
Alguien que no es auténtico ya no está “creciendo”, simplemente “está”. Ha cambiado la apertura por la cerradura, lo dinámico por lo estático, las posibilidades por las actualidades. Si la autenticidad es movimiento, sencillamente esta persona se ha detenido. Los existencialistas evitan las clasificaciones. Cada persona es única. En principio, empezamos con diferentes “materiales básicos” (genética, cultura, familias y demás). Luego, a partir de estas bases, empezamos a crearnos a nosotros mismos en virtud de las elecciones que vamos tomando. Por consiguiente, hay tantas formas de ser auténtico como personas existen, así como de no serlo.
La convencionalidad es la forma más común de no ser auténtico. Incluye la ignorancia de la propia libertad y el vivir una vida conformista de materialismo superficial. Si te las ingenias para ser como cualquier otro, no necesitarás escoger ni crear elecciones. Puedes dirigirte a la autoridad, a tu pareja o a la publicidad para que te “guíen”. Entonces caerás en lo que Sartre llamó "mala fe".
Otra forma de inautencidad es la llamada neurosis existencial. De cierta forma, el neurótico existencial es más consciente que la persona convencional: sabe que se enfrenta a elecciones importantes que le obligan decidir y ello le asusta De hecho, le asusta tanto que se sobresatura, se queda estupefacto o entra en pánico, o cambia su ansiedad existencial por una neurosis ansiosa y de culpa: encuentra algo “menos fuerte” (un objeto fóbico, una obsesión o compulsión, un blanco para su ira, una enfermedad o la pretensión de una enfermedad) para hacer más objetivas las dificultades de su vida. Un psicólogo existencialista diría que aunque puedas deshacerte de los síntomas con un buen número de técnicas, al final tendrías que enfrentarte a la realidad del Dasein, que significa en alemán "ser en el mundo".
Binswanger considera que la inautenticidad sería elegir un simple tema en la vida, o incluso un pequeño número de temas que condicionan y dominan al resto del Dasein. Estos sujetos "inauténticos" pueden poseer una personalidad dominada por la necesidedad de “retener” o “mantener dentro de uno”, de rigidez y perfección. O bien pueden no sentirse en control de sus vidas aludiendo constante y ansiosamente a la suerte, al destino o a la espera. Una persona que come de forma ansiosa puede estar dominada por un sentimiento de vacío y de necesidad de llenarse a sí mismo. Un adicto al trabajo puede estar dominado por sentimientos de pérdida del tiempo o de ser superado.
El análisis existencial tiene como meta la autonomía del paciente. De la misma manera en que enseñamos a un niño a montar en bicicleta, debemos sujetarles por un tiempo, pero eventualmente tendremos que dejarles ir solos. El niño podría caerse, pero si nunca le soltamos, ¡nunca aprenderá a montar! Si la “esencia” del Dasein es la responsabilidad y libertad en la propia vida, entonces no puedes ayudar a alguien a hacerse un humano más completo a menos que estés preparado para liberarle... ¿Cómo liberarle? En la siguiente entrada de blog. Por hoy ya es suficiente...
sábado, 2 de enero de 2010
Fragmento de "El compositor de Tormentas" de Andrés Pascual
–Algún día te enseñaré cómo se debe amar a la música para recibir el mismo amor de ella –le prometió.
–Más vale que tu tio se conforme con amar a la música –ironizó el maestro escribano desde el otro extremo de la sala, defendiéndose de las burlas del resto–. No hay mujer en el mundo que le soporte.
Los demás soltaron una carcajada.
—Lo que ocurre es que la mayoría de las mujeres no están preparadas para tanta sensibilidad –le defendió una de las primas.
–¡Otra jovenzuela que lee a Shakespeare! –protestó el maestro escribano–. Ese inglés os tiene hechizadas con sus versos.
–Mi querido hermano no entiende que la música nos penetra de forma doble, en una orgía de carne y espíritu. ¿Qué mujer podría darme eso?